Hay pequeñas cosas, pequeñas frases de la historia de nuestro país (Argentina), que merecen no olvidarse.
Resulta que corria la década de los años 1870, y evidentemente en esa época la comunicación también era importante. Dalmacio Vélez Sarfield, notable político y abogado argentino que en ese momento era ministro del interior de Domingo Faustino Sarmiento, disponía de fondos para construir caminos, y previendo que la oposición negaría una partida especial de fondos para otros asuntos, desvió parte de esos fondos para construir telégrafos. Dispositivo que resultaba de vital importancia para el desarrollo de las comunicaciones durante el siglo XIX.
Cuando la oposición lo increpó por haber desviado parte de esos fondos, él respondió con una metáfora inigualable, dijo sencillamente: “Son los caminos de la palabra.”
La importancia de la palabra es vital. Según decía mi padre, el ser humano es un animal salvaje, apaciguado por el uso de la palabra.
La palabra nos salva de la barbarie, de la violencia, de la destrucción del otro y de la propia.
Hoy corre el año 2016 y la palabra ya tiene autopistas, casi teletransportación a nivel global, pero probablemente no en todos lados. No descuidemos los caminos de la palabra, independientemente de la época, o de los dispositivos por los que viaje, la palabra va a seguir siendo importantísima. Nada, eso.
Los caminos de la palabra
Posted on